martes, 27 de agosto de 2013

Dr. Maradona. "El Doctorcito de Dios"



Lo que van a leer a continuación es lo que en periodismo llamamos “La entrevista imposible” y se califica así, porque el encuentro y las preguntas formuladas, por mí en este caso, son imaginarias, dado que el entrevistado ya ha partido de este mundo, pero las respuestas son totalmente reales y las realicé con declaraciones que el doctor Esteban Laureano Maradona hizo durante su vida y que aún hoy constan en sus libros, en Internet, y en algunos periódicos. Me di el permiso de intentar mostrar por escrito lo que este inmenso ser humano hizo por la gente, para que todos podamos conocer su obra y para que quizás, al menos en pequeños gestos, podamos seguir su ejemplo.


Con un vasto camino recorrido y una profunda mirada llena de experiencia, este hombre narró desde la profundidad de sus recuerdos la experiencia que cambió su vida y mejoró la de miles de habitantes de la selva de Formosa y Chaco. Nos recibió en su casa en Rosario Santa Fé, donde vive con su sobrino el Dr. José Ignacio Maradona, su esposa Amelia y los diez hijos de la pareja, quienes lo rodean de afecto. Acá desde hace un par de años recibe los cuidados que él se encargó de brindar a los más necesitados durante tanto tiempo

¿Buen día doctor…Podría contarnos que paso aquel 2 de noviembre de 1935?
Buenos días, hace tanto tiempo…Yo volvía de Paraguay, regresé en barco hasta Formosa, allí pensaba tomarme un tren que pasaba por Salta, Jujuy y Tucumán. En Tucumán iba a visitar a mi hermano y finalmente iría a Buenos Aires donde estaba mi madre.

¿Y qué fue lo que ocurrió?
El tren que me llevaba a Tucumán, estaba a punto de arrancar. Yo estaba en el andén del paraje Guaycurri, que con los años lo llamarían Estanislao del Campo, cuando vi muchas manos que se alzaban suplicantes y voces inteligibles que me llamaban en idiomas diferentes. Entonces me subí a un sulky tirado por una mujer cincuentona muy preocupada y me dejé internar en la maleza. Poco después me dijeron por allá, que le había "salvado" la vida a una indiecita que luego se me presentó como Mercedes Almirón, un parto distócico había estado a punto de terminar con ella y con el bebé. Hoy, vive en Tucumán rodeada de sus nietos y bisnietos.

¿Fue ese el momento que cambio su vida?
Si, fue el momento en que decidí perder mi pasaje en el tren, que aún me aguardaba, y no volver nunca a las comodidades de mi consultorio en Buenos Aires. Había que tomar una decisión y la tomé…quedarme donde me necesitaban. Y me quedé 53 años de mi vida.

¿Y cómo lo recibieron?
La bienvenida me la dieron los indios, criollos y algún que otro inmigrante, todos enfermos, barbudos, harapientos. Yo mismo me di la bienvenida a ese mundo nuevo, aún a riesgo de mi salud y mi vida. Llegaban como espectros en fuga, miserables, desnutridos y enfermos. Primero tuve que acercarme, ganarme su confianza demasiado herida, atenderlos curarlos, oírlos y aprender sus lenguas y costumbres hasta ser aceptado en las tribus.

Según tengo entendido su labor no se limitó solo a la asistencia sanitaria…
Traté de ayudarlos en los aspectos que pude, en su economía, humanamente y en su sociedad. Aprendieron a fabricar ladrillos, a edificar sus casas y a cuidar de su salud.

¿También fue maestro de escuela?
Si, después de que edificamos la escuela di clases durante tres años, hasta que llegó un docente nombrado por el gobierno.

Escribió una veintena de libros sobre etnografía, lingüística, mitología indígena, dendrología, zoología, botánica, leprología, historia, sociología y topografía. ¿Qué le generó semejante inspiración?
Sí, me apasionan las ciencias naturales. Me han inspirado mucho las riquezas naturales del monte formoseño.

¿Usted  es consciente de que con tanto amor y entrega escribió su vida como un capítulo admirable?
Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión este es bien limitado, yo no he hecho más que cumplir con el juramento hipocrático de hacer el bien...

¿Sabe que lo comparan con Albert Schweitzer y con Ghandi?
Nunca pude entender quién inventó esas macanas de que yo era como Ghandi o de que era el Albert Schweitzer de la Argentina. Eso no me causa gracia porque yo odio el exhibicionismo en cualquiera de sus manifestaciones. Yo soy solo un médico de monte. Schweitzer si era un hombre ilustre, él sabía música; era un eximio organista, más allá de su gigantesca obra en África. Y como pueden compararme con Ghandi, justamente con él, que con la no violencia salvó a todo el pueblo. Y a mí, solo por haber cumplido con mi deber me quieren hacer fama.

¿Qué opinión le merece haber sido nominado tres veces para el premio Nóbel y haber recibido decenas de premios nacionales e internacionales?
Simplemente ello no altera mi vida, ni lo acepto como algo merecido. Es todo humo que se disipa en el espacio.

¿Alguna vez se casó o pensó en formar una familia?
En Paraguay, estuve comprometido con Aurora Ebaly. Poco tiempo después murió de fiebre Tifoidea. Ella encendió un largo recuerdo en mi memoria…
(Maradona no se casó nunca y nunca más volvió a noviar)

¿Alguien le ha dicho alguna vez que vivir en las condiciones en las que vivía, era como renunciar a usted mismo?

Si, muchas veces me han dicho que vivir en la austeridad, humilde y solidariamente, es renunciar a uno mismo. En realidad ello es realizarse íntegramente como hombre en la dimensión magnifica para la cual fue creado.

¿Qué siente usted ahora mismo adentro suyo?
Estoy satisfecho de haber hecho el bien en lo posible a nuestro prójimo, sobre todo al más necesitado y lo continuaré haciendo hasta que Dios diga basta.

¿Cuándo decidió irse de Formosa, y venirse a vivir a Rosario?
Viví allí 53 años de mi vida, hasta que el cuerpo me dijo basta. Un día me sentí morir y empecé a despedirme de los indios, con una mezcla de orgullo y felicidad. Porque ya se vestían, se ponían zapatos, eran instruidos

¿Usted es consciente de la magnitud de lo que hizo?
Creo que no hice otra cosa más que cumplir con mi deber…

sábado, 24 de agosto de 2013

El día en que Julio me salvó



Recuerdo la tarde en que leí aquel texto por primera vez, recuerdo también con cierta nostalgia que cuando me levanté y fuí hasta el escritorio de la maestra, con el papel en la mano y el maravillamiento del hallazgo, me mandó de un grito a sentar. 


Me llevó cuatro días el intento de entender por mis medios a qué se refería este señor con “Posibilidades de abstracción”, creí por entonces hallar una respuesta que me resultaba convincente.  Muchos años después, descubro con placer que aquella concepción de mi casi adolescencia, aunque inocente, aún hoy me resulta genuina. 


Cortázar me acompañó como un amigo comprensivo sin saber de mi remota existencia, me explicó con paciencia de abuelo, que nada es lo que parece, y que todo es lo que queramos pensar. 


Desde entonces las naranjas bien pueden ser pequeños planetas que han escapado de sus órbitas, el té amarronado de tilo, un río revuelto contenido en una taza de quién sabe que dimensiones,  y el humo de las chimeneas de invierno, la respiración agitada de un dragón que secuestra princesas.

“…Más tarde (yo estaba en otra oficina) encontré un pretexto para volver a visitar la naranja, el té y el humo. Pero el humo había desaparecido, y en vez de la naranja y el té había dos desagradables tubos retorcidos. Hasta la abstracción tiene su lado penoso; saludé a los tubos y me volví a mi despacho. Mi secretaria lloraba, leyendo el decreto por el cual me dejaban cesante. Para consolarme decidí abstraer sus lágrimas, y por un rato me deleité con esas diminutas fuentes cristalinas que nacían en el aire y se aplastaban en los biblioratos, el secante y el boletín oficial. La vida esta llena de hermosuras así….” Fragmento de “Posibilidades de abstracción” de Julio Córtazar

jueves, 22 de agosto de 2013

Movimiento



El miedo a ser normal como metáfora, es la antonimia de adaptarse. Hay días en que despierto más alejada de este mundo que otras veces. Y eso me convierte en una observadora amorfa de situaciones pequeñas y majestuosas. Me llevó largos minutos desconcentrarme del movimiento de las cortinas y las partículas iluminadas de polvo que desprendían en el vaivén del viento sur. 
Testigo  de magias  inenarrables y poco dispuesta a vivir el desencanto de apoyar los pies, me visto como el humor me permite y emprendo la afrenta diaria, con un exterior que no deja de agitarme.