Recuerdo la tarde en que
leí aquel texto por primera vez, recuerdo también con cierta nostalgia que
cuando me levanté y fuí hasta el escritorio de la maestra, con el papel en la
mano y el maravillamiento del hallazgo, me mandó de un grito a sentar.
Me llevó cuatro días el
intento de entender por mis medios a qué se refería este señor con “Posibilidades de
abstracción”, creí por entonces hallar una respuesta que me resultaba convincente. Muchos años después, descubro con placer que
aquella concepción de mi casi adolescencia, aunque inocente, aún hoy me resulta
genuina.
Cortázar me acompañó como
un amigo comprensivo sin saber de mi remota existencia, me explicó con
paciencia de abuelo, que nada es lo que parece, y que todo es lo que queramos
pensar.
Desde entonces las
naranjas bien pueden ser pequeños planetas que han escapado de sus órbitas, el té amarronado de tilo, un río
revuelto contenido en una taza de quién sabe que dimensiones, y el humo de las chimeneas de invierno, la
respiración agitada de un dragón que secuestra princesas.
“…Más tarde (yo estaba en otra oficina)
encontré un pretexto para volver a visitar la naranja, el té y el humo. Pero el
humo había desaparecido, y en vez de la naranja y el té había dos desagradables
tubos retorcidos. Hasta la abstracción tiene su lado penoso; saludé a los tubos
y me volví a mi despacho. Mi secretaria lloraba, leyendo el decreto por el cual
me dejaban cesante. Para consolarme decidí abstraer sus lágrimas, y por un rato
me deleité con esas diminutas fuentes cristalinas que nacían en el aire y se
aplastaban en los biblioratos, el secante y el boletín oficial. La vida esta
llena de hermosuras así….” Fragmento de “Posibilidades de
abstracción” de Julio Córtazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario